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Las grandes potencias conducen al mundo al abismo

13 abril 2023

Por Andrés Abreu

PARTE II

El crecimiento de la economía en China, un país de administración política comunista con un sistema de producción capitalista, desde los años 90s, ha puesto en cuestionamiento la tradicional política del gran garrote de los Estados Unidos hacia los países “bananeros”.

China hace grandes inversiones en América Latina, y como dijo el presidente de El Salvador, Nayib Buquele, no le exige que nombre o cancele a ningún funcionario del gobierno.

Según una investigación de la agencia de noticias de DW de Alemania, China ha invertido más de 60 mil millones de dólares en Venezuela; unos 24 mil millones en Brasil, 14 mil millones en Ecuador y 16 mil millones en Argentina, para solo mencionar unos cuantos.

El gobierno de Ecuador es proamericano y el gobierno de Venezuela es considerado hostil por los Estados Unidos.  Esto quiere decir que, para las empresas chinas, no importa de qué lado de la balanza política se encuentre un país cuando se trata de invertir.

Lo que es hoy la Federación Rusa era la sede de lo que fue la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas fundada en 1917. La URSS comprendía, además del territorio ruso, Ucrania, Bielorrusia y Azerbaiyán.  Luego se añadieron Georgia, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia y Estonia.

En la disputa por la dominación global entre Estados Unidos y Rusia se suscitaron terribles eventos que pusieron al mundo en el peligro de una confrontación nuclear.  Es decir, una confrontación en la que los países en disputa podrían lanzarse unos a otros, bombas de la capacidad destructiva de las lanzadas por Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki en 1945.

La URSS no tenía ninguna duda de que Estados Unidos sería capaz de lanzar una bomba de mayores proporciones sobre Moscú, y Estados Unidos de que el Kremlin lo haría sobre Washington y las principales ciudades de Estados Unidos.  Para protegerse unos a otros, tanto rusos como americanos crearon sus propias alianzas militares intercontinentales.  Estados Unidos creó la OTAN (Nato) en 1949, y la URSS creó el “Pacto de Varsovia” en 1955. La OTAN reunía a todos los países de la Europa del oeste y el Pacto de Varsovia los países del este y parte de Asia.

La URSS se desintegró en 1991 en una aguda crisis económica y política que significó una vergonzosa derrota ante su contraparte estadounidense.  Se creó la Federación Rusa con lo que quedó de la URSS y ésta desintegró el Pacto de Varsovia.  Sin embargo, Estados Unidos, como gigante vencedor, en retribución al gesto de claudicación, se comprometió a no extender su alianza militar a los países que conformaban la URSS y optaban por la opción de la independencia.

Pero, bajo el temor de que la serpiente pudiera reunir sus partes mutiladas, la OTAN, cuyos países firmantes nunca confiaron en Rusia, comenzaron a reclutar a las ex repúblicas soviéticas.  Así, Lituania, Letonia y Estonia que hacen frontera con Rusia pasaron a ser parte de la alianza militar norteamericana.  Polonia se incorporó a la OTAN y Ucrania, que era parte importante de Rusia, tras su guerra de independencia y su revuelta contra la influencia rusa apoyada por Estados Unidos en el 2014, solicitó su entrada en la alianza.

Desde la desintegración de URSS luego de la cual Rusia pasó de ser una economía de estado a una economía capitalista burguesa, la meta del estado ruso es abrir camino a su creciente industria privada a través de los acuerdos internacionales con los países de Europa. Alemania tiene una fuerte dependencia de su industria pesada que requiere de fuentes de energía tradicional para poder sostenerse y crecer. Las empresas rusas abrieron caminos a través de buques y oleoductos para proveer a ese país de productos energéticos fósiles como gas y petróleo.

Pero mientras rusos y chinos buscan oro, Estados Unidos busca poder. Para los estrategas americanos, la subsistencia de Estados Unidos depende de su capacidad de doblegar al mundo al servicio de sus intereses.  Por eso, bajo el pretexto de proteger a los ciudadanos albaneses de Kosovo bombardeó Yugoslavia.  Porque si Kosovo lograba su independencia del otrora bloque socialista, sería parte de la alianza militar en expansión que es la OTAN.  Despojando así a su archi enemigo ruso de un viejo aliado.

Estados Unidos cuenta con aliados incondicionales en Europa, que creen que bajo su sombra no habrá aguacero que les moje. Hay más de 40 mil soldados norteamericanos en una base militar en Alemania, otros tantos miles en España.  Es tanto lo incondicional, que los países de la Europa occidental reconocieron a petición de Donald Trump, a un congresista venezolano como presidente de ese país sin que se haya producido ni un golpe de estado, ni un proceso electoral.  Un ridículo que pasará a las páginas amarillas del calendario como la historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges.

La administración de Donald Trump abrió una guerra comercial contra China. La administración de Biden pasó al terreno político desafiando al poderoso país asiático con la venta de armas a Taiwan y la visita de sus congresistas a ese país, lo que representa una espina en mal lugar para China.

Estamos viviendo un mundo en transición en el que uno de los grandes responsables de la estabilidad mundial no parece actuar con mente estable.  El planeta tierra es redondo.  Desde cualquier parte que se salga se volverá al mismo lugar. La economía particular de cada país, grande o pequeño, depende del comercio global. Destruir a Rusia o a China por razones políticas es como quitarle patas al cangrejo. Para entender eso se necesita pensar, y lamentablemente eso no es lo que más saben hacer los políticos contemporáneos.